Una de las mayores consecuencias del avance de la sociedad de consumo en nuestra salud es el incremento de las afecciones intestinales y su repercusión a nivel inmunológico. Cada vez son más las personas con intolerancias al gluten, a la lactosa y a diversas proteínas.
Flatulencias, alteraciones de las contracciones intestinales, estreñimiento, ardor y dolor estomacal, son solo algunas de las molestas consecuencias de modificar el equilibrio de las bacterias que conforman nuestra flora intestinal.
Equilibrio necesario
Más de 100 billones de bacterias de distintos tipos conforman la flora intestinal. En perfecta simbiosis con el organismo humano, éstas permiten la exposición diaria a alimentos, fermentos y toxinas. También facilitan la digestión y la activación del sistema inmunitario.
Equilibrar la flora intestinal permite que todos los nutrientes incorporados posteriormente sean mejor absorbidos y metabolizados. El mantenimiento de ese equilibrio va íntimamente ligado a la salud intestinal, a la correcta absorción de los nutrientes que ingerimos diariamente y al correcto funcionamiento del sistema inmunitario.
Mejorar la flora intestinal significa, por tanto, mejorar de forma colateral el resto de los sistemas orgánicos. Y para lograr esta mejoría resultan fundamentales los probióticos, tanto los que ingerimos de forma natural como los que aportan fármacos y suplementos nutricionales.
Beneficios de los probióticos
Entre los múltiples beneficios de los probióticos resultan interesantes los demostrados en patologías como el cáncer de colon, diarreas, candidiasis, resfriados y síntomas gripales, intolerancias al gluten y la lactosa, estreñimiento, hinchazón abdominal, hepatitis e inflamación de la vesícula biliar.
Su inclusión en la dieta diaria potencia el equilibrio intestinal, lo que mejora y acentúa el efecto de los fármacos y suplementos nutricionales en el organismo. Además, en el terreno biológico, ayudan a realizar limpiezas en el resto de los órganos (por ejemplo, en el hígado, el riñón y el sistema linfático).
¿Cómo y cuándo debemos incorporarlos en nuestra dieta?
Uno de los mejores momentos para incorporar los probióticos en nuestra dieta, si aún no lo hemos hecho, es ante algún cambio de estación. En esos días en los que el organismo tiende a intentar desintoxicarse, emergen con bastante frecuencia alergias y alteraciones del sistema inmunitario. Mejorar el entorno intestinal, realizar ayunos esporádicos e incluir probióticos entre nuestros alimentos o suplementos son algunas de las medidas que se pueden adoptar para realizar esta transición de la mejor manera posible.
También se debe prestar atención a la calidad de la flora intestinal cuando se realizan cambios de hábitos dietéticos destinados al adelgazamiento, a la mejora del rendimiento deportivo o a la hipertrofia muscular. En muchas ocasiones, las dietas incluyen los mejores alimentos, los mejores suplementos dietéticos y metabólicos; pero olvidan favorecer la digestión, la absorción y la metabolización de los mismos.
Aportar probióticos también debería ser una prioridad en estos casos. Y puede hacerse con yogures (principalmente Kéfir), algún suplemento que favorezca el crecimiento y la homeostasis de las bacterias (como las algas chlorella o el agua de mar), o incluso algún suplemento con bacterias en cantidades suficientes como para repoblar el intestino.
En cualquier caso, el aporte de bacterias intestinales permitirá un mejor y más beneficioso enfrentamiento a las diferentes dietas y favorecerá en todo momento la preservación y mejora de la salud.
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