Cada año cuando se aproximan épocas como el verano, que es cuando queremos ir más ligeros de ropa y mostrar más nuestra anatomía, es cuando nos damos cuenta de los excesos y los malos hábitos alimenticios que hemos tenido durante el año. Causando repercusiones tanto a nivel físico como emocional.
Lo más importante de estas repercusiones no es sólo que nos afecte a nivel estético, sino a que nos afecte en la salud. Probablemente, si nos hacemos una analítica de control rutinario podremos comprobar que nuestros niveles basales en sangre están disparados: aumento de colesterol, glucosa, urea… etc. Entonces en ese momento es cuando decidimos rápidamente que debemos bajar de peso, y recurrimos a “una dieta” que nos ayude a perder el mayor número de kilos en el menor tiempo posible.
¿Estamos en lo correcto?
Lamentablemente no, porque todas las recomendaciones de los médicos, nutricionistas y profesionales de la salud van orientadas a adquirir hábitos de vida saludable y una buena conducta alimentaria. Teniendo así una buena relación con la comida y sin recurrir a “dietas milagro” que provoquen ciertas agresiones a nuestro organismo.
A no ser que haya alguna patología de base, como podría ser la tiroides, es fácil detectar el motivo por el cual experimentamos esas subidas de peso. El motivo es porque hemos ingerido más calorías de las que realmente necesitamos, e incluso productos de mala calidad. Por eso mismo, es importante que reestructuremos y tratemos de reeducarnos en cuanto a nuestras conductas alimenticias.
La creencia tradicional en cuanto a la alimentación y la pérdida de peso, es que si reduces el número de comidas ingeridas y aumentas el gasto calórico, conseguimos resultados positivos en muy poco tiempo. Pero eso no es correcto, ya que hay otros factores que intervienen y es un proceso más complejo de lo que parece. Por un lado, en este tipo de procesos intervienen también factores emocionales (que pueden afectar y verse reflejados en nuestro organismo, sobre todo en situaciones de estrés), componentes hormonales, alteraciones y por último, y por ello no menos importante, una mala calidad de los productos que ingerimos.
Si profundizamos un poco más en este tema, en la actualidad en la industria alimentaria disponemos de muchos avances tecnológicos que nos facilitan mucho el día a día. Pero nos acarrean hábitos insanos, ya que son alimentos industriales precocinados con abundancia en su contenido de grasas trans, grasas saturadas y productos para su conservación. Y aquí está el problema, que se hacen pocas ingestas alimenticias pero con productos de mala calidad, y contienen muchísimas más calorías. Siempre es mejor hacer más ingestas, pero con alimentos saludables.
¿Es correcto eliminar las grasas para adelgazar?
Las dietas bajas en grasas o la eliminación completa de ingesta de grasas en la dieta no es una elección correcta. Lo que hay que hacer es elegir grasas de buena calidad, las necesarias para todos los procesos del organismo.
Los ácidos grasos esenciales, sobre todo los que derivan de las series de Omega 3 y Omega 6, son fundamentales para que el organismo pueda realizar muchos procesos metabólicos y llevar a cabo sus funciones vitales. Como las funciones del cerebro, corazón y la función cardiovascular que son precursores de la síntesis de sustancias hormonales denominadas prostaglandinas.
Además, sirven como coadyuvantes en la movilización y eliminación de las grasas acumuladas. Grasas esenciales del Omega 3 como el EPA y el DHA son moduladoras de acumulación de depósitos de grasa en el organismo e inflamación.
¿Qué debería comer?
A día de hoy, hay mucha gente que piensa que con menos cantidad de comidas equivale a más pérdida de peso y eso es un error. Debemos de comprender que es fundamental mantener una dieta equilibrada, y que debemos de incorporar en nuestra dieta hidratos de carbono, proteínas y grasas saludables en la medida en la que nuestro organismo lo necesita, tanto para sus funciones vitales como para afrontar el día con vitalidad.
Sin embargo, es importante saber qué tipo de hidratos de carbono elegimos consumir, los más adecuados son los hidratos de carbono complejos, ya que los simples no sólo hacen que nuestros niveles de insulina en sangre se eleven con facilidad, sino que además provocan oxidación e inflamación en nuestro organismo debido a la producción de eicosanoides de carácter pro-inflamatorio. Por otro lado, el exceso de insulina provoca una bajada de la glucosa sanguínea, facilitando su transformación en grasa y bloqueando la movilización de grasa que ya tenemos instaurada en nuestro organismo.
¿Cuántas veces debemos de comer al día? Es importante realizar comidas cada 3 o 4 horas, para evitar que se incrementen los niveles de insulina y se alteren los valores de glucosa en sangre. Además, cada vez que nuestro organismo comienza con un proceso digestivo, tanto de metabolización como de absorción de los alimentos, consume energía con lo que se produce un gasto calórico.
En conclusión, es importante que sepamos reconocer qué debemos de comer y cuando y no hacer nada que pueda ser agresivo o provocar una situación de estrés para nuestro organismo. Al fin y al cabo como dijo Ludwig Feuerbach: “Somos lo que comemos”.
Este artículo es meramente informativo, cualquier duda consulte con un profesional de la salud.
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